Consultant architectural, engineering and planning
Málaga | Fuerteventura.
ESP · ENG
Fuerteventura: ELOGIO AL HORIZONTE
Fuerteventura
Fuerteventura: ELOGIO AL HORIZONTE

(Os recomendamos leer el artículo hasta el final si queréis descubrir los secretos mejor guardados de Fuerteventura, la autora hace referencia a lugares imprescindibles, ineludibles paradas gastronómicas e inolvidables personajes que están o estuvieron en la isla, un texto lleno de conocimiento y sensibilidad que identifica el espíritu de la isla y de quienes vivimos en ella, esperamos que lo disfrutéis tanto como nosotros…)

Llevo cinco días despertándome con el batir de las olas y el trino de los pájaros. Los suficientes como para darme cuenta de que esta improvisada terapia de sonido está siendo más efectiva que cualquier sérum de belleza. No estoy hablando de la nueva alarma inteligente de mi móvil, sino de la realidad sonora de mi habitación. El sonido del mar entra por la terraza; el de los pájaros provienen de las palmeras que sombrean las piscinas. Estoy en la habitación 338 del Gran Hotel Atlantis Bahía Real, en el noreste de Fuerteventura, a pocos cientos de metros de las famosas dunas de Corralejo. Desde la cama veo los primeros rayos de sol asomarse detrás del islote de Lobos.

En breves instantes entrarán en escena las camareras, afanándose inútilmente por controlar las cortinas a merced del viento en los dos pantalanes que el hotel construyó hace unos meses desde la playa, también ampliada, para permitirnos el regocijo de tomar algo sobre el mar. Cuando las olas se ponen impertinentes pueden llegar a colarse dentro de las copas, pero qué mejor que añadirle una pizca de sal a la vida.

Llevo cinco días dándole vueltas a la cabeza a lo que me advirtió mi guía, Ricardo, nada más llegar: “Mi padre siempre nos ha dicho que en Fuerteventura uno encuentra lo que trae consigo”. El padre de Ricardo es uno de los numerosos escandinavos que, de paso por la isla, como tantos otros, decidió quedarse. ¿Qué es lo que encontraría el padre de Ricardo que le dejó atrapado? ¿Qué traigo yo conmigo? ¿Qué es lo que estoy buscando?

No puedo evitar sentirme como ese escritor alemán que lleva viniendo diez años casi seguidos a redactar sus exitosos libros de autoayuda. No hay duda de que ha sabido elegir el lugar. Porque, al margen de las comodidades propias de un gran hotel de lujo, el Bahía Real cuenta con un personal fiel a su uniforme de majorero. Y eso se nota. Puede que haya alojamientos más coquetos, más boutique, pero este es, sin duda, el hotel de mayor categoría de la isla. Y más ahora que se puede salir a la playa desde el comedor del desayuno y que se ha originado una extraordinaria zona para hacer esnórquel al final de la estructura de los pantalanes. Si esto no fuera suficiente, en el spa trabaja Rita, la terapeuta más intuitiva de toda la isla.

En los orígenes de su carrera turística, Fuerteventura ya fue un destino de balneario. Los primeros visitantes que llegaron del norte de Europa para relajarse y pillar algo de sol y sus vitaminas, allá por los años 50, vieron en la sincera naturaleza de la isla y en sus incontaminados horizontes una garantía de vida mejor. Sobre todo si uno estaba de vacaciones. En aquella época en Canarias se pasaba hambre, y esté rincón del archipiélago era el más paupérrimo y desolado. Las primeras casas turísticas se construyeron en los años 60 y los grandes hoteles, en los 70. Algunos de los edificios que hoy nos parecen atentados urbanísticos recibieron premios en su día y fueron imitados en otras latitudes.

En la actualidad, Fuerteventura tiene dos focos turísticos: Corralejo en el norte Costa Calma y Morro Jable en las grandes playas del sur, en la península de Jandía. El año pasado alcanzaron una cifra récord: 2.400.000 de los 13 millones que visitaron el archipiélago. Tres cuartas partes de ellos llegaron desde fuera de nuestras fronteras.Alemanes, ingleses, franceses, italianos, polacos, suizos… España aún no se ha enterado bien de que existe Fuerteventura. Los nuevos visitantes están interesados en aprender a hacer surf, aunque ya no estén en la edad, y les gusta caminar por lugares donde no hay aparentemente nada y meterse en el mar cuando nadie más lo hace. Son los que aprecian (y pagan) que el queso sea ecológico y artesanal, sin conservantes ni intermediarios.

Cabras, dunas, playas, viento, burros. En comparación con el resto del archipiélago, Fuerteventura, la segunda isla más grande, es también la más desértica, la más lejana, la más extrema, la más deportista, la más salvaje. Carece de la frondosidad tropical y la gran variedad de paisajes de las islas occidentales, y le ha faltado un César Manrique que la protegiera de la avaricia del cemento, pero lo compensa con una fuerza especial, con ese algo más que algunos definen como energía y que puede que se lo dé la edad (también es la más antigua). Pero, sobre todo, compensa su aridez con un mar que colecciona todos los azules del Caribe. Un mar privilegiado que más que contemplarlo, exige vivirlo. Olas, viento, cometas, palmeras, volcanes, espacio. En Fuerteventura uno se siente entre el desierto y el paraíso.

seguir leyendo

Fuente: www.traveler.es (publicado por Gema Monroy el 14.04.2015)

* Este artículo está publicado en el número 83 de la revista de Condé Nast Traveler de abril.